Jueves Santo
Solemne Procesión de la Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Humildad y Santísima Virgen de Dolores
Templo de San Cristóbal
La Antigua Guatemala
Sacatepéquez
21 de Abril de 2011
Alegoría Procesional
“Bendita sea la Excelsa Madre de Dios”
Con razón creyó siempre el pueblo cristiano, aún en los siglos pasados. Que Aquella de quien nació el Hijo del Altísimo, que reinará en la casa de Jacob para siempre (Lc. 1,32), que será Príncipe de la Paz (Is, 9,6), Rey de Reyes y Señor de los que dominan (Ap. 19,16), recibió singularísimos privilegios de gracia por encima de toda otra criatura. Considerando luego los íntimos vínculos que unen a la madre con el hijo, atribuyó fácilmente a la Madre de Dios una preeminencia Regia sobre todas las cosas.
El fundamento principal, documentado por la tradición y la sagrada liturgia, en que se apoya la realeza de María Santísima es, indudablemente, su Divina Maternidad. Ya que se lee en la Sagrada Escritura del Hijo que una Virgen concebirá: “Hijo del Altísimo será llamado y a El le dará el Señor Dios la sede de David, si padre, y en la casa de Jacob reinará eternamente, y su reino no tendrá fin”. (Lc. 1 32-33) y con esto María llámese Mater Domini, de donde fácilmente se deduce que ella es también Reina, pues engendró un Hijo, que en el mismo momento de su concepción, en virtud de la unión de la humana naturaleza con el Verbo, era Rey, aún como hombre, y Señor de todas las cosas.
Es por ello que en el sobrio y elegante decorado de la Santísima Virgen María, se bendice como la Excelsa Madre de Dios, representando en un adorno netamente ornamental su realeza a través de colocarla bajo un solio real que la cubre a manera de dosel y flores que lo complementan, para recordarnos que, con mayor confianza que antes, todos cuantos acudimos al trono de gracia y de misericordia de nuestra Reina y Madre para pedirle socorro en las adversidades, luz en las tinieblas, alivio en los dolores y penas; y lo que vale más, que todos nos esforcemos por librarnos de la esclavitud del pecado para poder rendir un vasallaje constante, perfumado con la devoción de hijos, al centro real de tan gran y excelsa Madre.
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