Viernes Santo
Procesión de Santo Entierro de la Consagrada Imagen del Cristo Yacente de la Misericordia
Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe
“La Villa Zona 10”
Guatemala
2 de abril de 2010
¡Arrepentíos y creed en el evangelio!
Reflexión:
El hecho de pertenecer al Reino de Dios llena de alegría el alma de todo ser humano. Los discípulos e hijos del Reino somos hombres alegres y felices, porque hemos experimentado el amor misericordioso de Dios. Somos pecadores, sí, pero el pecado no nos hunde en el pozo oscuro de la tristeza, de la angustia o de la desesperación, porque el perdón de Dios vence nuestro pecado y nos infunde paz y gozo nuevos. Por la mediación de la Iglesia, Dios Padre nos concede el sacramento de la reconciliación para encender de nuevo en nosotros la luz de la alegría y de la amistad renovada, virtudes propias de quien pertenece al Reino de Dios y de Cristo. De tal manera la misericordia de Dios nos inunda de felicidad, que sentimos la urgencia de gritarla a quienes no la comparten, la desconocen, no se sienten dignos de ella o han perdido la ilusión y la esperanza de obtenerla. Mientras dure la vida, hay posibilidad de conversión y de arrepentimiento, de perdón y de acogida en los brazos abiertos de Dios Padre. En el Reino de Dios no tiene cabida el temor, sólo hay espacio para el.
Detalle del adorno:
En la parte de enfrente se logra apreciar a una persona con las manos encadenadas, símbolo de nuestros pecados que nos atan a alejarnos de Dios seguidamente un ángel se aprecia leyendo la sagrada escritura como un símbolo de que tenemos que hacer vida el evangelio proclamado por Dios
Al centro se logra apreciar sobre un catafalco a la Consagrada Imagen de Cristo Yacente de la Misericordia con túnica color verde oscuro con bordados en hilos de oro, recordándonos que se tenía que cumplir lo que estaba escrito y demostrándonos su amor y misericordia al pagar con su muerte nuestros pecados.
Cerrando el adorno una capilla con el escudo de la hermandad símbolo de que tenemos que servir a Cristo como el nos dio el ejemplo
Y a ti misma una espada te atravesará el alma
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber que no moriría sin ver antes el Mesías, a quien el Señor enviaría. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron también al él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbrará a las naciones y que será la gloria de tu pueblo Israel." Y a ti misma una espada te atravesara el alma
Reflexión:
Este misterio invita a contemplar y meditar la diligencia con que José y María, más tarde también Jesús, se aprestan a cumplir siempre los mandatos de la Ley del Señor y a practicar las tradiciones y devociones del pueblo de Dios, sin detenerse a pensar si también a ellos les obligan. Al ofrecer María en sacrificio tórtolas o pichones, como manda la Ley para los pobres, entrega en realidad a su Hijo, al verdadero Cordero que deberá redimir a la humanidad. Simeón, hombre profundamente religioso, cultivaba en su corazón grandes deseos y esperaba al Salvador de Israel; vivía abierto a la acción del Espíritu, que le reveló que vería al Mesías, y que luego le hizo reconocerlo, mientras pasaba inadvertido para los demás. El cántico de Simeón, proclama al Niño gloria de Israel, y luz y salvación de toda la humanidad. Después el anciano, dirigiéndose a María y completando el mensaje del ángel en Nazaret, le dice que una espada le atravesará el alma: es la primera vez que se le anuncia el sacrificio redentor a que está destinado el Mesías, mientras se le hace vislumbrar para sí misma un futuro de sufrimiento asociada a su Hijo. La piedad, la perseverancia confiada en Dios, la alegría exultante de los dos ancianos, Simeón y Ana, debieron confortar a María y a José. El cántico de Simeón provocó en José y en María el asombro; la reacción de la Virgen ante la profecía referente al futuro de su Hijo y de ella misma, tuvo que ser idéntica a la que produjo el episodio de la adoración de los pastores: María guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.
Detalle del adorno
Enfrente se representa al anciano Simeón cargando al niño Jesús en el día de la presentación Al centro la imagen de María Santísima de los Dolores representando el momento en el que el anciano Simeón anuncia su profecía a María Santísima. Cerrando el conjunto un pórtico que representa el templo sagrado donde se realizaba la presentación. Todo el conjunto en colores plateado y azulado.
Cortejo Procesional
No hay comentarios:
Publicar un comentario